Los hábitos de consumo están en constante cambio y con la llegada de la pandemia, estos se han acelerado, pues supuso el cierre y la paralización parcial o total de muchos comercios, los cuales se vieron obligados a ingresar al mundo de la digitalización, haciendo que los sistemas de pago continúen evolucionando.

Todos los métodos de pago, desde el tradicional o físico hasta el online, tienen un objetivo común: permitir que los clientes adquieran un producto o servicio, la diferencia está en la capacidad que tiene uno para mejorar la experiencia del consumidor. ¿Cuál es ese método de pago?

¡Hablemos del pago físico!

Es el más antiguo, por ende, en algún momento, todos hemos tenido que usarlo ¿y la experiencia? Buena, dirán algunos. No tanto, pensarán otros. Si bien esta respuesta depende de las preferencias de los usuarios, lo cierto es que el simple hecho de tener que desplazarse a un punto físico, demanda más tiempo del que quisiéramos invertir en esta gestión. ¿Y quién no ha tenido que hacer largas filas en bancos, tiendas o comercios en general, todo para hacer algún pago? Esto, para muchas personas, además de significar una pérdida de tiempo, puede representar un riesgo, teniendo en cuenta la emergencia sanitaria desatada desde inicios de 2020.

¿Y qué hay del virtual?

Llegó junto con la transformación del mercado global, demostrándonos que las transacciones digitales son más necesarias que nunca. Este es mucho más ágil, sencillo e inmediato. Al empresario le permite optimizar sus tareas diarias y operaciones esenciales, acercarse y generar confianza en el consumidor y, por supuesto, aumentar sus ventas. Al cliente, por su parte, le ayuda a ahorrar tiempo y le da la comodidad de pagar desde el lugar en el que se encuentre.
Ahora puedes sacar tus propias conclusiones.

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